jueves, 7 de octubre de 2010

Tres historias: la misma desolación en invierno

Con la llegada de las lluvias de septiembre, Barranquilla no ha dejado de estar en emergencia semana tras semana. Este invierno, considerado por el Ideam como uno de los más intensos de los últimos años, agudiza el riesgo de quienes viven en la Cuchilla de Villate, Carrizal, Nueva Colombia, Bajo Valle y La Manga.


Hoy son 400 las casas derrumbadas que tienen sufriendo a familias del suroccidente, quienes ven cómo con cada aguacero sus casas van quedando reducidas a escombros y sus enseres destruídos.


Censos realizados por la Oficina de Atención y Prevención de Desastres arrojan que este invierno ha dejado, además, 150 casas destechadas por tornados y 150 inundadas.

Las casas colapsadas por deslizamientos podrían ser más de 500 al final del invierno, según estima el Distrito, dado el mes y medio de fuertes lluvias que aún falta.


El Distrito no descarta reubicar a todos los damnificados en la urbanización de interés social Villas de San Pablo.


Tres familias cuentan todo lo que han tenido que hacer para sobrevivir en medio del barro y los mosquitos desde que se quedaron sin techo.


‘Me la he pasado de casa en casa’


Ana Carrillo se ha mudado dos veces desde el 25 de septiembre pasado, cuando varias paredes de su casa se derrumbaron por el aguacero que cayó el día anterior en Cuchilla de Villate.


Esta mujer de 62 años se lamenta por la casa que el invierno les quitó a ella y su esposo. “La construimos hace 12 años. Era el resultado de nuestro sacrificio”, dice Ana, quien se gana su sustento diario lavando y planchando ropa en casas de familia.


Ana también se queja porque con el subsidio de arriendo que le entregó la Alcaldía ($200.000 por un mes) no ha podido encontrar adónde mudarse. “Todo lo que consigo es mínimo a $300.000 mensuales y sin servicios. No me puedo mudar a una casa con ese precio porque después no voy a tener con qué responder”.


Desde hace dos semanas, Ana y su esposo han estado removiendo los escombros del que era su hogar para poder recuperar tejas de asbesto, varillas y madera que puedan vender para tener con qué comer.


‘No nos dieron subsidio’


En su colapsada casa, Milagros Hernández se queja por no haber recibido los $200.000 de subsidio distrital para arriendo mientras su padre, Julio Hernández, con mona en mano derrumba las paredes que amenazan con seguirse cayendo en lo que era su casa en Cuchilla de Villate.


Lo que era una casa de menos de cuatro por cuatro metros servía de refugio a 11 personas que lograban dormir repartidas en los tres cuartos que tenían levantados. “Hemos podido comer desde que se nos cayó la casa vendiendo lo que nos quedó: láminas y varillas”, dice Julio.


Julio trabaja rebuscándose en oficios varios, pero luego del deslizamiento no ha podido salir a ‘buscar la comida’ porque ha estado reorganizando los escombros que le dejaron las lluvias.


Los 11 miembros de la familia Hernández están ahora separados, viviendo en cuatro casas de allegados, mientras ven la luz para volver a tener vivienda. “Siempre dicen que nos van a evacuar y nada -continúa Julio en su queja-. A quienes les dieron $200.000 con razón no les queda fácil conseguir arriendo si es aquí (en Cuchilla de Villate) vivimos familias de hasta 11 personas”.


‘La casa de tablas se nos cedió toda’


Darlis Cure, de 25 años, dice que en los cinco años que lleva viviendo en su casa, un rancho de madera de menos de cuatro por cuatro metros en el Bajo Carrizal, nunca había sufrido un invierno como éste.


La mujer no ha podido salir de su casa, en condiciones de alto riesgo, porque ella y las cinco personas con las que viven no tienen adónde ir. En lo que han conseguido para arrendar le piden mínimo dos meses de estadía, pero no tienen más que los $200.000 de subsidio que le dios el Distrito para un mes de arriendo.


Darlis mudaba ayer sus ‘chismes’ a casas vecinas para evitar que el agua la siguiera dejando con las manos vacías.


Situación similar viven los habitantes de 34 casas más, cuyos suelos cedieron y los dejaron en la calle.

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